Un poema me pide Trapisonda
que verse sobre el número noveno
después de haber escrito sobre el quinto
la tabla cantarina de la escuela.
En tal aprieto nunca me habré visto:
que nueve, dieciocho, veintisiete...
y luego, treinta y seis, cuarenta y cinco.
Ya llego a la mitad en un instante
y sigue, ya sabéis, cincuenta y cuatro;
y asoma por acá el sesenta y tres,
y surge por allá el setenta y dos;
el nueve por sí mismo, ochenta y uno
y alcanzas sin pensarlo, con el diez,
el número noventa y cierra tabla.
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