No soy esa clase de personas a las que les guste pasear por los corredores de los centros comerciales y detenerse de vez en cuando a contemplar los escaparates, pero reconozco que el de M&W' Secret consiguió que cada vez que pasara delante de él me detuviera unos segundos o caminara más despacio de lo habitual para deleitarme con sus maniquíes.
Había, en concreto, uno de cuerpo entero que figuraba una mujer exquisita, casi real, de mirada penetrante y seductora cuyo pelo negro reposaba en sus hombros. Exhibía un conjunto de ropa interior opalino con ribetes plateados que se ceñía grácilmente a su piel de plástico. Las cintas del sujetador abrazaban sus hombros resaltando sus clavículas y su desnudo torso. Por debajo del ombligo, la línea elíptica de las braguitas recorría sus caderas y dejaba sus nalgas expuestas a la mirada de los curiosos.
Me excitaba tanto que por momentos lograba concentrar los sentidos en su cuerpo: mis manos retiraban los rizos que descansaban en su hombro, o se posaban sobre su cintura mientras mi boca se fundía en su boca entreabierta. Hubiera dado cualquier cosa por que despertara de su estatismo.
Poco a poco, visitar aquel escaparate se convirtió en una necesidad hasta el punto de que no dejaba pasar un día sin verla. Entonces, comencé a concebir la idea de sustituir a Elisa, mi viejo maniquí, por ella y en convertirla en mi nueva dama de compañía.
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