No sabía si debía acudir a la cita. La relación estaba rota y consideraba que indagar en las causas de la ruptura más de lo que lo habían hecho no conduciría a nada. Se habían intercambiado varios emails durante la mañana en los que se mantuvo inflexible: no accedería. Pero en el último momento, justo antes de salir del trabajo, cambió de opinión.
Siete y cuarto. Plaza Castilla esquina con Bravo Murillo. Ésa era la propuesta. Pero llegó tarde. Aparcó el coche en zona azul, puso el tique sobre el salpicadero y se dirigió con presteza al punto de encuentro. Ella no estaba. Permaneció allí durante media hora y, al fin, se marchó convencido de que se lo habría pensado mejor.
Volvió al coche. Tomó Bravo Murillo en sentido Plaza Castilla. El tráfico era lento y tuvo que detener su vehículo un par de veces ante el mismo semáforo, de manera que aprovechó para revisar la acera donde había quedado por si ella apareciera de repente en el último momento.
Y así fue. La llamó, gritó desesperado su nombre y extendió los brazos fuera de la ventanilla todo lo que pudo, como si quisiera alcanzarla, en el momento justo en que un autobús que trataba de salvar el semáforo en ámbar le arrancaba de cuajo el antebrazo izquierdo.
Si no hubiera sido el autobús, habría sido ella quien le hubiera tomado la mano y luego el brazo y habría quedado manco también de por vida. Ahora ella quizás desestime la posibilidad de seguir cualquier relación vista la ausencia de brazos que tomar. El autobús le arroyó por una casualidad no casual, pues en la anterior parada una anciana empleó un tiempo excesivo en subir. Acababa de salir de la consulta del especialista del centro médico que hay tres calles más arriba en donde la espera fue (como siempre) más larga de los "esperado" pues la doctora había estado demasiado tiempo tomando café con una amiga suya que le contó que había tenía una cita en Plaza Castilla esquina con Bravo Murillo. El tema era tan interesante que no prestó demasiada atención a su reloj, pero el tiempo es taxativo e implacable, camina lenta pero imperturbablemente, ajeno a los deseos ni a nuevas posibilidades.
ResponderEliminarMuy bueno. Así es la vida, una puñetera casualidad, un puñetero accidente. Uno tras otro nos conducen hasta el último suspiro.
ResponderEliminarTe invito a publicar tus relatos o tus poemas o tus ocurrencias varias en el blog. Para mí será un honor. Anímate; sólo necesitas tiempo e inspiración porque talento no te falta. Creo que lo único que hace falta es autorizarte como editor. Aunque también podrías hacerte uno. La invitación está ahí.
Gracias. Será un honor también para mi, aunque no debes esperar mucho de mi talento pues es más pretencioso que real y muy dado al delirio fugaz que sube a la cimas más altas para autoconvencerse de su mediocridad. No obstante, y con permiso también de todos tus amigos me ubicaré en un rinconcito donde de cuando en cuando echaré mano de mi "pincel" para plasmar con algún retazo de tonos daltónicos, cuya interpretación posiblemente quede sólo al arbitrio de mis deseos nunca satisfechos.
ResponderEliminarDesde hace tiempo tengo en mente (por consejo de un compañero de trabajo) hacerme un blog y ayer que tuve tiempo lo comencé. No sé muy bien que escribiré pero ahí está. Puedes encontrarlo en "vagabundoeremita.blogspot.com.es" Estás invitado a formar parte y desde luego que cualquier frase tuya le dará la calidad que necesita.
Bueno, te adjuntaré a la lista de blogs poco recomendables, por supuesto.
ResponderEliminarAcabo de hacer mi primer intento para localizar tu blog y no me sale nada. Volveré a intentarlo.
Inténtalo en la barra superior, no en la de Google. Pero te advierto que sólo pretende ser un lugar de divertimento
ResponderEliminarAllá que voy. Quizá no esté todavía entre las primeras entradas de google. Buscaré.
ResponderEliminar