Esa mañana lo intentó una vez más, como tantas noches antes, una vez más como en tantas ocasiones.
Hastiado, aburrido de masturbarse, desgastada su imaginación entre los sueños eróticos y la pornografía, había dado el salto a la prostitución como vía de escape más realista, había flirteado con varias mujeres a las que convirtió en sus amantes. Pero amaba a su esposa. La deseaba.
Amanda salía de la ducha. Se había despojado del albornoz y entraba a la alcoba en donde él desmontaba un interruptor. En el momento en que ella se vestía la ropa interior, se aproximó a sus espaldas y la rodeó con sus brazos. Una vez más, los rechazó con desagrado. Entonces, guiado por un impulso de rabia y frustración, se retiró, se acercó de nuevo al enchufe y se desabrochó los pantalones para introducir su miembro duro y erecto en él.
Aquél fue, sin duda, su orgasmo más eléctrico.
No tengo palabras. Estoy con los pelos de punta.
ResponderEliminarA nuestro protagonista se le puso todo de punta, como parece evidente y quizá tampoco tuvo palabras sino un largo y profundo grito; pero no sé si de placer. En fin: toda una experiencia.
EliminarYo también. Impresionante. Nada mejor para expresar la frustración. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias. Desgraciadamente hay muchas parejas que no cuidan el sexo, como si fuese algo secundario. ¡Qué gran error!
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