La novela victoriana tiene a uno de sus máximos exponentes en Charles Dickens, cuyo genio literario se forjó al calor del éxito y la proliferación de las novelas por entregas, todo un negocio para escritores y editores.
Dickens no pudo abstenerse a participar del engranaje comercial de fama y popularidad en la que se hallaban inmersos él y el resto de escritores coetáneos de la Inglaterra de mediados del siglo XIX y por eso sus novelas son permeables a la influencia y los condicionamientos que ejercían el clamor y la opinión de los lectores.
Con el bagaje de los escritores ingleses del XVIII, Dickens publicó Pickwick, la primera novela realista inglesa, una obra no exenta de un sentimentalismo que agradaba a su público burgués y con la que lejos de buscar la crítica social, hay una complacencia en la objetividad del documentalista, en cuyas descripciones no desaparecen nunca buenas dosis de humor.
Seguramente, de los bajos fondos londinenses nace una intención más comprometida que se manifiesta en Oliver Twist, 1837, al año siguiente de su primera novela, pero ya hemos comentado cómo las demandas del público lector condicionaron su obra, de manera que Dickens no completa el retrato de corrupción e injusticia sociales y se inclina hacia una novela con final feliz para descargo de algunas conciencias.
Así, en 1843 sale a la luz Canción de Navidad de la mano de un autor complaciente con la clase social dominante. Una obra moralizadora que se suma a la lista de un conjunto de entregas navideñas en la que el egoísmo de Scrooge atenta contra los principios fundamentales en los que se reconoce el ser humano.
Habrá que esperar hasta 1850 para descubrir a un Dickens, más alejado del simplismo y la sensiblería, que retoma el mundo de la infancia como protagonista, revestida ahora de mayor autenticidad y trazos autobiográficos que a algunos ha hecho pensar que reflejan una niñez de pobreza que Dickens no tuvo. Así, David Copperfield es una novela muy completa tanto en su concepción narrativa como por la interesante perspectiva social que acompaña a la narración.
Esa línea continúa Tiempos difíciles, 1854, quizá la obra más inteligente del autor y la más actual desde el punto de vista del análisis mordaz de un capitalismo en pleno desarrollo.
Estos títulos y otros menos conocidos configuran el legado de un autor que disfrutó en vida de un éxito y un reconocimiento que ha llegado hasta nuestros días, de una popularidad a la que han contribuido no sólo el hecho de legarnos una obra cercana a la sensibilidad del ser humano sino las múltiples versiones cinematográficas que han plasmado en imágenes nuestras lecturas.
La humanidad de sus personajes y la mirada comprensiva que Dickens proyecta sobre ellos, aún sigue emocionándonos. Hasta muy pronto, compañero.
ResponderEliminar¿Te imaginas a un Dickens hoy? ¡Buf! No pararía de darle a la tecla. Hasta pronto :)!!
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