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viernes, 2 de diciembre de 2011

Sarna con gusto no pica.

Una vez más la fiesta de la democracia ha sido un éxito. Sus ritos se han desarrollado de acuerdo con lo establecido en una jornada otoñal, muy nubosa y en oscasiones lluviosa. Es verdad que la participación ha descendido un poco con respecto a las últimas elecciones generales, pero ha de decirse que, a pesar de todo, ha sido alta.
Una vez más, la procesión de ciudadanos recuperaba con pausado ritmo la senda de las urnas a la hora del aperitivo, conscientes de la trascendencia del acto.
Acuciados por el paro y por la crisis financiera, la que ha tenido siempre la sufrida clase media, los españoles sabían que había llegado el momento de cambiar, quizá para que todo siguiera igual, pero, al menos, con la seguridad de que el gobierno electo nos iba a dar leña avisando, aunque de manera timorata, de sus intenciones; lo cual es de agradecer.
Así que hemos expulsado a un gobierno que negó la crisis desde el inicio de su legislatura, a un gobierno que rectificó una y otra vez hasta la enésima intentona por no renegar de sus principios mientras renegaba de sus principios, a un gobierno que tuvo que traicionarse a sí mismo y a sus electores en virtud de los dictados del capital y ahora elegimos a otro que avisa de que saldremos de la crisis a base de recortes, caiga quien caiga. ¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas.
Y es que, mientras las agencias de calificación se despachan a gusto y Merkel, acompañada de su perrito faldero, nos dan lecciones de cómo proteger sus legítimos intereses, los PIIGS de Europa (y pongo dos íes por no olvidarme de la macarrónica Italia), nos debatimos entre utilizar la tijera, la podadera o directamente la guadaña. Nos movemos en un espacio poblado de cuchillas afiladas mientras vemos aumentar o descender la prima de riesgo por encima o por debajo de los 400 puntos básicos.
Que dónde está Rajoy, nos preguntamos todos. Trabajando, por supuesto, no es para menos, porque quiero creer que no estará afilando las hojas de la resplandeciente cizalla que con tanto celo oculta. A lo peor se ha cercenado la lengua con su filo.
No quiero pensar tampoco que el nuevo presidente tenga miedo a afrontar el reto que le ha deparado la coyuntura inter-nacional, aunque no hay que descartar el hecho de que considere quizá que haya llegado él para hacer bueno a Zapatero. El tiempo pondrá en su sitio a tan denostado presidente.
Si el mundo se debate entre la tala incontrolada de los progresos del estado de bienestar y la búsqueda desesperada de los brotes verdes, los españoles ya hemos decidido que queremos una España azul, y que nos va la marcha, que de eso entendemos bastante, pero luego, cuando empiecen a caer la sanidad y la educación públicas, cuando los sueldos se reduzcan, cuando los beneficios sociales pasen a ser un privilegio inasumible, espero que aquéllos que esconden su voto, como Mariano sus intenciones, no me calienten las orejas con su queja plañidera.
Otra cosa bien diferente será que empecemos a pensar que hay otras opciones más allá del maniqueo PP-PSOE y que los españoles nos concienciemos de que nos merecemos otra democracia más representativa y menos mentirosa, y que más allá de los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas debe existir un Estado que ejerza como tal. Necesitamos la renovación del Estado. Comencemos por adelgazar las instituciones y a los burócratas y preservemos en la medida de lo posible la republica.

2 comentarios:

  1. Maravillosa exposición crítico/periodística de una realidad social que deberemos vivir y algunos sufrir como consecuencia de diversos factores que indudablemente han desencadenado algunos, se han beneficiado muchos y deberán pagar esos y otros muchos por una falta de análisis de estudio a corto plazo de una estructura económica alegre y viciada por un liberalismo salvaje donde todo valía y hasta el más torpe y holgazán quería parecer letrado en temas financieros.
    El día de las elecciones, de mañana, después de tomar mi medicinal café y prender fuego a mi cilindro humeante nicotinoso, apoyado sobre la barandilla de la terraza, remirando uno de mis cuadros aún sin acabar, escuché como un pobre infeliz vecino de la calle contestaba a la pregunta de algún conocido con un alegre "voy a votar, a Rajoy, a ver si nos saca de esta". Otro pobre infeliz, yo mismo, me seguía preguntando a quién votar esta vez. Soy un indignado que no cree en la indignación de las masas, que hasta hace meses se jactaban de haberse lucrado con la ganancia de la venta o compra de un pisito, o una casita en la sierra, o que sumaban a su hipoteca la compra de un bonito automóvil (porque la vida se vive una vez) y otro para el chico, que ya es mayor de edad...
    Ahora viene el tío Paco con las rebajas pero disfrazado con barbas blancas, y no es precisamente Papá Noel ni ninguno de los Magos (que falta haría que, aunque monarcas, resolvieran esta situación con un golpe de varita o báculo sobre las costillas de los incáutos que vivían con el dinero entintado de sus libretas de deuda).
    Después de mi querido presidente Zapatero nos toca probar la horma de su zapato, aquel que ahora nos da pataditas en el trasero y nos le pone rojo, de un rojo psoe que pesa mas que nos pese porque el príncipe no está de gala, que más bien parece mendigo, y el zpato le ha entrado de maravilla a una linda princesita que no va a dejar de serlo a medianoche (porque siempre lo fue). Y vuelve el rico a su riqueza, vuelve el pobre a su pobreza y el señor cura a sus misas...
    (Joaquín. Un admirador tuyo)

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  2. Bienvenido a mi blog y gracias.
    Los indignados, sean parados de corta o larga duración, sean despechados de la democracia o desengañados, sean exfuturibles proyectos de nuevos ricos venidos a menos después de especular con el ladrillo y rebozarnos a todos su capacidad para medrar o sean visionarios del nuevo orden que tendría que salir tras renegar del capitalismo, no han tenido la representación en las urnas que tendrían si la democracia fuera más representativa.
    Todo ha cambiado y aun así, todo sigue igual. Los indignados vuelven a casa y los huelguistas vuelven a casa, de momento.
    Confiemos en nuestros políticos una vez más. Yo no pierdo la esperanza.

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