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viernes, 21 de marzo de 2014

Her. (Ella). Óscar al mejor guion original 2014.

Hacía tiempo que no iba al cine y por fin este miércoles, coincidiendo con el día del espectador, volví a entrar en la sala casi vacía de las cinco de la tarde.

Un amigo me recomendó esta película;  decía que trataba de cómo un chico se enamora de una imagen, de un avatar... La idea me atrajo porque me gustan especialmente las películas que estudian las conductas o el mundo de las obsesiones.

Sin embargo, el argumento de la película no era ese exactamente.

Theodor, el protagonista, es un hombre separado a punto de firmar el divorcio, una situación no deseada que le lleva a vivir en un estado patético de soledad. Es un hombre gris que trabaja en una agencia redactando cartas de amor o amistad para destinatarios desconocidos. La soledad y el recuerdo de su pareja le consumen, y por eso, con el fin de paliar sus necesidades afectivas, busca contactos a través de las redes sociales.

Un día, sin demasiada convicción, encuentra lo que quizá andaba buscando: un sistema operativo que le hará compañía durante todo el día, que le despierta, que le da las buenas noches, que le acompaña al trabajo, que comparte sus sentimientos conversación tras conversación; un sistema operativo de quien finalmente se enamora.

Lo curioso del caso es que Samantha, la voz femenina encarna el sistema operativo, también se enamora de él, pero mientras él sigue necesitando su presencia, su conversación y su empatía para seguir viviendo, ella evoluciona.

Samantha es la metáfora y, si se quiere, la personificación de la mujer perfecta, de la relación perfecta en la que no es posible el conflicto y quizá Theodor sea, como se sugiere en algún momento, un hombre incapaz de mantener una relación convencional de pareja, de compartir los problemas cotidianos.

Samantha es virtual, aunque sus sentimientos son humanos. Es la metáfora en la película de los contactos a los que recurren miles de personas que en la vida real tratan de paliar su soledad. Necesitan saciar su afectividad, buscan contactos, los encuentran y los mantienen aunque también puedan perderse; contactos con personas reales para mantener relaciones virtuales. Y aquí está la tragedia, en la imposibilidad de la materialización, en que haya tantas de personas hoy en día que se encierran en un mundo no irreal o inexistente, sino intangible que va poco a poco suplantando, superponiéndose a la realidad.

El contexto futurista de la película, combinado con el halo melancólico del protagonista, conforman una mezcla extraña que cuesta entender al principio porque en todo lo demás, el tiempo histórico podría definirse como actual. El espectador va a asistir a una película de ritmo lento en la que el diálogo es el verdadero protagonista, un diálogo básicamente sostenido entre Theodor y la voz en off de Samantha. 

Lo interesante de la película son, por tanto, los diálogos y eso apunta a la necesidad de ver la versión original; si han escuchado algún fragmento de la voz de Samantha, quizá puedan entenderlo mejor porque la capacidad de sugerir a través de los matices de voz de la versión original se pierden en el doblaje. Ya sé que alguno dirá que eso ocurre siempre, pero en este caso, quizá sea aún más necesario.

Director: Spike Jonze.
Guion: Spike Jonze.
Theodor: Joaquin Phoenix.
Samantha: Scarlett Johansson.


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